La recompensa al
esfuerzo y sacrificio se logra cuando alcanzamos una meta, no importa si es en
tu trabajo, familia o deporte, todo esfuerzo tiene una recompensa y lograrlo
alimenta el alma para seguir luchando por más metas sabiendo que fue posible.
Los deportista
sacrificamos mucho para alcanzar metas, dejamos de lado fiestas, horas de sueño
y hasta momentos importantes de nuestras vidas para dar paso a nuestros
entrenamientos.
Nuestro estilo de
vida es incomprensible para las personas que llevan una vida normal, una vida
tradicional de levantarse, bañarse, ir al trabajo, volver a casa, convivir con
la familia y regresar a la cama. La vida de un atleta ya sea elite o amateur es
el reflejo (a diferentes escalas y en diferentes contextos) de los sacrificios
que se hacen para saborear las mieles del éxito, pero para lograrlo se debe ser
disciplinado y constante, no hay recompensa al esfuerzo que no venga acompañado
de estas variables, y es que levantarse todos los días antes de que el sol
brille e ilumine nuestro camino, o salir de la cama los fines de semana cuando
los antros aún sirven tragos a los fiesteros empedernidos, o cambiar unos tacos
por una comida balanceada y nutritiva (por mencionar algunos ejemplos), no son
decisiones sencillas de tomar, y es que ¿Cuántos de ustedes no preferirían
despertar un domingo tarde a desayunar unos chilaquiles o una barbocoa en lugar
de comenzar la jornada exprimiendo las energías que tiene tu cuerpo?. Nadie
dijo que sería fácil, el camino al éxito no se logra con el simple deseo de
alcanzarlo, se logra partiéndote el alma en los entrenamientos que es el
verdadero lugar donde se ganan las medallas, a las competencias se pasa a
recogerlas.
Todo sacrificio
tiene su recompensa, en lo personal les aseguro que tantas horas de esfuerzo,
tantas horas de sueño sacrificadas, tantos y tantos momentos perdidos, por
ningún motivo, bajo ninguna circunstancia, los cambiaría por esos pocos
segundos de felicidad y éxtasis que se ganan al alcanzar una meta deportiva. Dicen
que a lo largo de la vida una persona promedio experimenta menos de 30min
acumulados de verdadera felicidad, lo único que intento es regalarle a mi vida
más minutos de felicidad que las de una persona promedio a través del esfuerzo.
El anecdotario
Son selectos los
momentos de nuestras vidas que recordamos con singular alegría, momentos
especiales que guardamos con especial cariño y que cuando los volvemos a
recordar sentimos una chispa de felicidad que se refleja en nuestros rostros,
es ahí y es por eso que recordar es vivir. Esos momentos tan especiales pueden
ser el nacimiento de un hijo, terminar la Universidad, la entrega de un anillo
o finalizar un maratón.
Aquel día, aquella fría mañana en que me coloqué junto a 44,999 corredores más en la Isla de Staten Island NY mirando hacia el puente Verrazano, fue un momento que mi mente guarda en un lugar especial, escuchar el disparo de salida y de fondo a Frank Sinatra cantar “New York, New York” fueron el inicio de uno de los momentos mas felices que he experimentado en mi vida. Tras 4:18:30 horas de correr constantemente, de escuchar gritar a mi cuerpo que detuviera el paso al sentir no poder correr más, de no soportar las plantas de los pies, se asomó a lo lejos dentro de Central Park un arco de meta Naranja y Azul que indicaba el final de un maratón, en esos momentos mis ojos reventaron y derramaron lágrimas de felicidad, una recompensa de meses de trabajo que sólo aquellos que han finalizado los 42,195 metros corriendo lo entenderían.
Aquel día, aquella fría mañana en que me coloqué junto a 44,999 corredores más en la Isla de Staten Island NY mirando hacia el puente Verrazano, fue un momento que mi mente guarda en un lugar especial, escuchar el disparo de salida y de fondo a Frank Sinatra cantar “New York, New York” fueron el inicio de uno de los momentos mas felices que he experimentado en mi vida. Tras 4:18:30 horas de correr constantemente, de escuchar gritar a mi cuerpo que detuviera el paso al sentir no poder correr más, de no soportar las plantas de los pies, se asomó a lo lejos dentro de Central Park un arco de meta Naranja y Azul que indicaba el final de un maratón, en esos momentos mis ojos reventaron y derramaron lágrimas de felicidad, una recompensa de meses de trabajo que sólo aquellos que han finalizado los 42,195 metros corriendo lo entenderían.
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